ALegato
«La investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté completamente sano».
ALDOUS HUXLEY
La enfermedad es parte de nosotros, forma parte de la vida, es vida en sí misma. Hoy, en pleno Siglo XXI, el hombre parece que por primera vez empieza a pellizcar y comprender el conocimiento de lo que le sucede en su organismo.
Vivimos en un mundo capitaneado por el desarrollo continuado de la ciencia y la tecnología, donde poco a poco se ha ido forjando una idea de sociedad actual en la que es difícil pensar en la interacción entre individuos, así como su relación con el entorno natural y cultural, sin tener presentes estos generadores de modernidad y de realidad.
Cuando somos jóvenes, llega un momento para todo individuo en el que sentimos cierta sospecha de tener en nuestro poder el uso de la razón, solemos tener atisbos y sensaciones de empezar a tener conciencia de saber donde estamos, de lo que hacemos, fantaseamos en multitud de ocasiones con aquello que queremos y pretendemos para nosotros mismos, así como para nuestros allegados más cercanos y queridos, o, al menos, utópicamente hablando, lo que nos gustaría, además, soñar siempre ha sido gratis.
En esta etapa de juventud parecemos ser fervientes seguidores de “vivir el momento”, nos sentimos capaces de comernos el mundo, somos partidarios de lo inmediato, a corto plazo, además de hacer volar nuestra imaginación y vislumbrar en un instante cómo nos gustaría vernos en diez o veinte años. En la mayoría de los casos y, curiosamente, si echamos la vista atrás y reflexionamos por un instante, nos daremos cuenta que, en esta etapa de la vida, nuestros seres más allegados y cercanos siempre aparecen en nuestras permanentemente sanas, transparentes y prósperas concepciones de futuro, forman parte de ellas. Inconscientemente solemos dar por hecho que van a presenciar esos momentos y metas soñadas a las que pretendemos llegar, que siempre van a estar, al igual que nosotros. Los pensamientos quedan ordenados alrededor de nuestra mente, en una especie circuito cerrado lleno de positividad y preocupaciones típicas de la edad. Pero ¿porqué no habría de ser así?, ¿Porqué íbamos a pensar lo contrario desde tan corta edad? Si además es el discurso que nuestra cultura enaltece, proclama e impone, haciéndonos en consecuencia pensarnos, concebirnos y sentirnos de esa forma, bajo ese modo de habitar el mundo.
La educación que llevan recibiendo desde hace décadas las nuevas generaciones en los países desarrollados, desde el afuera, en el ámbito social y cultural, así lo fundamenta, y parece quedar fuertemente monopolizada por los distintos medios de información y comunicación y se prolongan hasta nuestros días. Esta variedad de medios que rodean a las sociedades e individuos, como la televisión, la publicidad o internet, van relacionados y enfocados directa o indirectamente a la palabra -VIDA-. Vivimos en una sociedad productora de mensajes y estereotipos referentes a la belleza, la juventud, lo sano, lo ideal, etc. Donde tan rápido nace una moda, un planteamiento, una forma de actuar, como aparecen otras nuevas en apenas mínimos espacios de tiempo y desbancando a las primeras. El trayecto diario de nuestra casa al colegio, al instituto o al trabajo, por ejemplo, puede convertirse en una excusa perfecta para ser
bombardeados por esa bonita utopía de cómo debería ser una vida soñada, perfecta, sin preocupaciones, al alcance de nuestra mano, en la que poco a poco puede que estemos perdiendo nuestra idea de relación con la vida, el entorno, las ilusiones, nuestra identidad como hombres y mujeres que habitamos el mundo.
La continua producción lleva la delantera a las necesidades del consumo: nunca se habían producido tantos excedentes. Esto ha originado el vigor de la publicidad, que intenta crear nuevos y más extensos hábitos de consumo, y nuevas necesidades para poderlas abastecer. Toda la economía moderna gravita sobre ella. Y es el factor más característico de la nueva forma de sociedad, a la que llamamos sociedad de consumo. Nunca se habían utilizado tantos medios para provocar y condicionar los gustos y necesidades del público. Probablemente no existe ninguna otra instancia educativa moderna que ponga tanto interés y reúna tantos medios para transmitir mensajes. La publicidad está creando el clima social de los países desarrollados, envolviéndola en un caparazón artificial difícil de superar. Tiende a manejar y absorber todos los resortes de la motivación humana, reclamando constantemente y por todos los medios la atención y a la vez desechando de la mente del individuo todas aquellas ideas o conceptos de la vida que no le interesan a esta continua producción de necesidades vitales.
Este tipo de realidad en la que vivimos nunca ha sido ni será tan perfecta como la que nos muestran diariamente. Por ello, un día no muy especial en la vida de todo individuo, ese mundo lleno de perfección, idealismo, positivismo y salud de hierro con el que convivimos, propio de las no preocupaciones a las que conlleva la niñez y la juventud, en algún momento, acaba por verse afectado fuertemente, ya sea en primera persona o en un ámbito cercano, por la intrusión de un proceso natural y perteneciente a la vida con el que no contábamos en esos proyectos y realizaciones personales que vislumbrábamos en principio, la enfermedad, y en consecuencia, por asociación cultural, la muerte.
A partir del momento en que la enfermedad se hace presente en nuestra vida, ese estado positivo y próspero se puede tornar en miedo, incertidumbre y todo tipo de cambios alrededor nuestro. De repente, multitud de prioridades pasan a un segundo plano, sientes la imperiosa necesidad de controlar en todo momento ese estado patológico, de forma que te de cierta tranquilidad de cara a seguir con tus planes de vida, tus metas, tus sueños, tu desarrollo como persona, aunque llegados a este punto, en multitud de ocasiones, te empiezan a rondar por la cabeza ideas de no-existencia, de no-continuidad, de final. Es en ese preciso momento, cuando te haces a la idea de que el estado de buena salud al que estabas acostumbrado o pensabas que conservabas y dabas por hecho que estaba y estaría por siempre en ti y los tuyos, no existe. Te empiezas a plantear la posibilidad de que tus personas más allegadas pueden no estar ahí el día de mañana, de que, en definitiva, la gente muere.
Sabemos que la gente muere, que entre muchas causas y circunstancias existen enfermedades de gran magnitud a nivel mundial de todo tipo, epidemiológico, mortal, degenerativo, etc. La mayoría de ellas en un permanente y continuo proceso de estudio, con gran diversidad de brechas en su plan de actuación y con vistas a tratamientos más eficaces y resolutivos y, en consecuencia, sanadores.
Con la llegada de la revolución biotecnológica, y la sucesión de descubrimientos científicos ligados al campo de la salud, la alimentación, etc. tendemos a relajarnos y acomodarnos en ese clima esperanzador con el que la ciencia nos alimenta, hasta un punto en que el individuo contemporáneo parece concebir que la raza humana vaya camino de ser un ente indestructible, perfecto y perpetuo. No obstante, nada más lejos de la realidad, cuando el individuo siente la llegada de la enfermedad, se da cuenta de que ahora que en primera persona necesita echar mano de esas nuevas tecnologías, empieza a ser consciente de que realmente no las controla aún, que sigue faltando mucho para que ciertos tipos de patologías se conviertan o sea concebidas como algo banal, una simple gripe o un resfriado.
En todo este cúmulo de circunstancias generadas, parece ser que hasta que el propio individuo no es tocado por la enfermedad (ya sea el lugar que ocupe), no siente la necesidad o simplemente no quiere aceptar la palabra enfermedad o muerte como concepto de vida. ¿Cuál puede ser la razón para que esta concepción de vida se haya ido desvariando a lo largo de los años hasta este punto de desubicación en la contemporaneidad del mundo moderno?
Resulta raro haber llegado a esta cuestión, si caemos en la cuenta de que la humanidad se ha visto amenazada a lo largo de la historia por plagas de enfermedades que han azotado sociedades enteras y siguen apareciendo hasta nuestros días, como la llegada del coronavirus (covid19). Es verdad que la evolución de la ciencia esta presente, cada vez más, pero de la misma manera que con el paso de los años se han ido solucionando problemáticas de cara a tratamientos ante verdaderas enfermedades mortales como han sido la peste o la tuberculosis en épocas pasadas, también han ido apareciendo otras enfermedades, mutaciones y nuevas formas de contagio, derivando en nuevas amenazas de muerte como el cáncer o la covid19, que nos siguen poniendo en jaque y que después de dejar millones de muertos en todo el mundo desde su aparición, vienen a ser las llamadas plagas del siglo XXI.
Esto nos da una clave por la que podemos llegar a pensar que efectivamente la enfermedad se ha hecho presente en el mundo desde el principio de los tiempos, siempre ha formado parte de nosotros, el problema es que, en los diferentes países desarrollados e industrializados, con el paso de los años ha habido una tendencia social y cultural, acompañadas de determinadas políticas de salud, a desubicar y excluir esta palabra, hasta el punto de convertirla en una especie de tabú, de ente aislado que no nos pertenece, en el que podemos asociar el juego de palabras <ENFERMEDAD = MUERTE>.
Esta realidad, se hace palpable y notoria en el mundo occidental industrializado y desarrollado. Por ello, esta investigación (en forma de estrategia artística) se desarrolla desde este marco cultural. Podemos hacernos eco de esta problemática por distintas razones. En primer lugar, somos conscientes de la gran diversidad de medios de investigación que podemos apreciar en éstos países desarrollados, marcados por el desarrollo científico y tecnológico, por un lado, y contrariamente, la falta de medios y diferentes tecnologías en países menos desarrollados e incluso subdesarrollados por otro, donde no pueden permitirse albergar culturalmente esperanza alguna de sanar y erradicar todos sus sufrimientos gracias a la ciencia o la biotecnología, debido entre otros, a la parcial o completa inexistencia de centros que desarrollen estudios o vías de desarrollo en estos países y la falta de generosidad y responsabilidad del “primer mundo” con ellos.
Otra razón, no menos importante, consiste en las diferentes concepciones culturales que se tiene sobre la muerte. Mientras que en los países desarrollados, el hedonismo de la publicidad, entre otros factores, consigue que la concepción de la muerte no tenga hoy en día la concepción comunitaria que tenía y los ritos celebrados sean cada vez más breves, en países latinoamericanos como México, viven abiertamente con la muerte, la celebran (“el día de los muertos”) con el propósito de acercar a niños y adultos la idea de la muerte, para que la vayan aceptando como parte inevitable de la vida humana, conocer cómo algunas culturas antiguas también hacían ritos sobre esta parte inexorable de nuestro paso por el mundo, y fortalecer el carácter desde el punto de vista religioso, en te caso, pero a la vez social y cultural.
A día de hoy, la palabra <muerte> parece no tener cabida en la sociedad contemporánea, desarrollada y estereotipada de la que venimos hablando y de la que formamos parte, ésta en la que nos ha tocado y deseamos convivir y participar.
Por esta razón, partiendo de la comprensión de la experiencia artística como un sistema generador de pensamiento y transformador de formas de vida, quisiera alumbrar otras realidades, una realidad en la que todos convivimos y que siempre ha estado presente en nosotros, aunque tal vez a la sombra de la modernidad y el desarrollo que nosotros mismos creamos día a día.
Contextualmente, el campo de estudio desde el que partimos, no es otro que el sucedido a raíz de la crisis del SIDA en adelante, hasta abarcar nuestros días. La compleja fenomenología asociada al síndrome de inmunodeficiencia adquirida, hizo que la enfermedad desbordase pronto su dimensión estrictamente sanitaria para convertirse en una gran problemática social y cultural, incurriendo en el mundo moderno como la primera epidemia de la era de la globalización, que a diferencia de anteriores epidemias como la peste, el cólera o la malaria, esta vez no se localizaba en un solo país o en un grupo de países, sino que afectaba a todos los continentes, manteniendo una tendencia creciente que no se ha detenido en sus más de cuarenta años de existencia conocida. Además, me parece un marco inmejorable para empezar a desarrollar esta investigación como punto de inflexión por la diversidad de implicaciones políticas, económicas, éticas y culturales que produjo y continúan sucediéndose en la actualidad, situándose como una buena excusa para ser objeto de estudio por toda materia y órgano de conocimiento, incluyendo el campo de las Bellas Artes, terreno que nos mueve y nos acontece en este caso.
Referente al objeto de estudio, me centro en las estrategias artísticas desarrolladas en torno a los distintos procesos y aspectos que presenta y cuestiona la enfermedad, en un intento por reconciliar al individuo con ésta.
Pero ¿Qué son estrategias artísticas? Son actitudes, posicionamientos que actúan de forma determinante en la constitución de determinadas obras y las caracterizan, de manera que constituyen las evoluciones del lenguaje de estas obras. Así, las estrategias de los lenguajes plásticos y visuales explican como se van configurando grupos de obras que tienen características similares ante factores personales, sociales, políticos, etc. y también explican a través del arte el conocimiento y la conciencia de aspectos fenoménicos y críticos del mundo que les toca vivir.
Si al principio hablábamos del continuo desarrollo de las nuevas tecnologías, como una muy posible razón por la que se producen estos planteamientos previos, como la pérdida de relación del individuo con su mundo y su naturaleza, el campo del arte no ha sido menos productivo que la ciencia o la tecnología. Al contrario, surge tanta cantidad de producción artística y de forma tan rápida y variada que muchas veces es imposible estar al tanto de infinidad de propuestas y tendencias como circulan en la actualidad. De echo podríamos decir que el arte no ha ido nunca tan alejado de la enfermedad, ya que éste también ha ido sufriendo contagios, mutaciones e hibridaciones de unas corrientes de pensamiento a otras, naciendo estilos y tendencias, desembocando en nuevas propuestas artísticas, que han derivado en una multiplicidad de problemáticas, poéticas y lenguajes.
En esta ocasión, cogeremos éste “contagio artístico” para darle una función sanadora y socializadora, otro tipo de “contagio” a fin de caminar siempre hacia la palabra <VIDA>, entendida también como una reconciliación con la enfermedad y la muerte.
Vamos a aferrarnos al gran poder que tiene la experiencia artística, como una de las herramientas capaz de mostrar, señalar y denunciar la realidad encorsetada y hermética, con la posibilidad de cuestionar, problematizar y generar nuevas realidades, para así introducirnos en los distintos aspectos artísticos que rodean a estos procesos y status de afección humana, hasta finalmente llegar a plantear nuestras reflexiones en torno a cuestiones como: ¿Qué puede hacer el arte por la enfermedad?, ¿Qué posturas se adoptaron?, ¿Cómo pudimos llegar a utilizar la enfermedad para castigar a sectores de la población?, ¿Es posible que caminemos juntos de la mano del arte hacia una desmitificación de la palabra <muerte> en la sociedad contemporánea?, ¿Hasta qué punto albergamos ideas esperanzadoras en torno a las nuevas tecnologías para resolver todos nuestros problemas de salud?
Daniel Alejo.